Son flores de verdad, las mismas flores que crecen en el campo o los viveros. Cuando llegan a su punto de máximo esplendor, se cortan y se les aplican diferentes tratamientos de secado y conservación, pero siguen siendo tan de verdad como una rosa o una hortensia de cualquier jardín.
Es natural que la mayoría de flores, al secarse, pierdan cierta coloración, pero hoy en día durante el proceso de deshidratación se añaden pigmentos que potencian el color y que ofrecen tonalidades frescas, vivas y atractivas que llenan de vida los ramos de flores preservadas.
Los nuevos tratamientos más orgánicos de preservación permiten conservar y potenciar colores más naturales e interesantes.
Las flores preservadas son mucho más resistentes que las flores frescas, ya que no dependen del agua para vivir. Aléjalas del agua y del sol y te podrán durar incluso hasta dos años. Pasado ese tiempo, en muchos casos, sí empiezan a perder estructura y color.
El agua es el enemigo número uno de las flores preservadas. Asegúrate de que el jarrón esté bien seco y intenta que los tallos no queden muy pegados al cristal, ya que podría favorecer la formación de humedad.
Los rayos UVA aceleran la pérdida de color de las flores preservadas. Colócalas en un lugar que luzcan, pero evitando la exposición directa al sol.
Sólo cuando notes que se ha acumulado polvo en los pétalos, pasa un cepillito suavemente o utiliza un secador de pelo con aire frío a unos 30 centímetros para no dañar los pétalos.